Hubo en Babilonia un rey llamado Nabucodonosor. Este rey
hizo levantar una estatua de oro enorme. La altura de la estatua era de
veintisiete metros de alto por dos metros y medio de ancho. Eso es como un
edificio de nueve pisos.
El rey estaba muy orgulloso de su estatua y mandó a sus
consejeros, jueces, tesoreros, oficiales y a los gobernadores de las provincias
a ir a la inauguración de la estatua. Entre ellos se encontraban Sadrac, Mesac
y Abednego, judíos amigos de Daniel.
Ese día el rey Nabucodonosor ordenó que al sonido de los
instrumentos musicales todos se postraran delante de la estatua. La orden
incluía algo terrible: el que no se postrara delante de la estatua sería
arrojado en un horno de fuego ardiendo.
De repente sonó la música y el pueblo entero se arrodilló
ante la estatua de Nabucodonosor, todos excepto Sadrac, Mesac y Abednego; ellos
solo adoraban al Dios vivo y no iban a postrarse delante de ninguna estatua.
Algunos líderes vieron que estos tres amigos no estaban
adorando a la estatua así que fueron a contárselo al rey.
- ¡Oh Rey Nabucodonosor, vive para siempre!. Venimos a informarte
que hay unos hombres judíos a quienes tu has puesto como líderes en Babilonia
que no se han inclinado ante tu estatua al sonido de la música. Estos hombres
no te han hecho caso y tu has dicho que quien no se postre y rinda homenaje a
tu estatua sería arrojado al horno de fuego.
-¿Quiénes son esos hombres?
- Sadrac, Mesac y Abednego majestad.
- ¡Traédmelos inmediatamente!- pidió el rey.
Cuando Sadrac, Mesac
y Abednego estuvieron ante el rey éste les preguntó:
- ¿Es verdad que vosotros no dáis homenaje a la estatua de
oro que he levantado? Ahora haré sonar la música y quiero que os postréis
delante de ella y le rindáis homenaje, porque sino lo hacéis seréis echados al
horno de fuego en ese mismo momento Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron:
- Oh rey, no vamos a responderte a tu pregunta, pero si es
así, si nos vas a arrojar al horno de fuego, nuestro Dios a quien si adoramos
puede librarnos y aún si no nos librara tampoco vamos a rendir culto a la
estatua que has levantado.
El rey Nabucodonosor se llenó de ira y ordenó que el horno
fuera calentado siete veces mas fuerte.
Ataron a Sadrac, Mesac y Abednego y los echaron al horno de
fuego.
- ¿No hemos echado a tres hombres atados al horno de fuego?
- Si, majestad, eran tres hombres y los atamos de pies y
manos.
- Pero yo veo cuatro hombres sueltos que se pasean por el
horno y no se queman y el aspecto del cuarto hombre es como si fuera un hijo de
los dioses – dijo Nabucodonosor.
El rey mandó que
sacaran a Sadrac, Mesac y Abednego del horno y reunió a sus consejeros y
gobernadores para que vieran como no solamente el fuego no había devorado a
Sadrac, Mesac y Abednego sino que ni sus ropas habían sufrido daño alguno, ni
tan siquhttp://buenasnoticiaskids.blogspot.com/search/label/Historias%20de%20la%20Bibliaiera olían a humo
Entonces el rey Nabucodonosor exclamó diciendo: —Bendito sea
el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abednego, que envió a su ángel y libró a sus
siervos que confiaron en él y desobedecieron el mandato del rey; pues
prefirieron entregar sus cuerpos antes que rendir culto o dar homenaje a
cualquier dios, aparte de su Dios.
Nabucodonosor dió la orden de que en todo lugar aquel que
hablare mal contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego fuera descuartizado, y
su casa fuera convertida en ruinas. Porque no hay otro dios que pueda librar
así como el Dios de ellos los libró.
Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, a Mesac y a
Abednego en la provincia de Babilonia.